
La baba de dragón es una sustancia inmunda que los filósofos, esotéricos y alquimistas denominan así, pues afirman que es a la vez vil y preciosa. De color negro y olor cadavérico, se eleva del mar hermético. Como definición esotérica, la baba del dragón, en los glosarios de alquimia. Es también descrita como una misteriosa espuma que flota sobre el mar hermético. Se dice que debe recogerse con cuidado para que no vuele en humo. Este aceite es signo de la disolución.
La mejor referencia
En el segundo prefacio de Las «Moradas Filosofales de Fulcanelli«, escrito en febrero del año 1958, se puede leer:
«En nuestra explicación de la escena macabra, que ilustra la cuarta clave de Basilio Valentín, hemos hablado de esta materia. Simbólicamente designada por el estiércol, que los alquimistas conocen bien. La consideren un deleznable residuo y no hagan de ella el menor caso. Por el hecho de que es difícil no extraer nada de esa materia que resulte de algún valor. O al menos que sea con ayuda de nuestra técnica, esas ni siquiera han entrado en forma, en la clasificación de subproductos utilizables. Sin embargo, es esa sustancia, en apariencia inmunda, la que los filósofos llaman baba del dragón, y de la que afirman que es muy vil y muy preciosa. «
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El texto continúa hablando sobre más del significado y las características:
Baba de dragón (alquimia)
Del mar se extiende a la superficie, como el icor sale de una llaga bajo el aspecto de una espuma infecta, ampollosa y pútrida, que se aplica a recoger alegremente la pareja del Mutus Liber. El alquimista y su mujer recogen con cuchara ese bodrio de aspecto grasiento y pigmentado que recubre su solución. Tal es nuestro estiércol, que los filósofos designaron con las expresiones de: azufre negro, azufre de naturaleza, prisión del oro, tumba del rey… O por los nombres de latón, cuervo, Saturno, Venus, cobre, bronce, etc., y al que atribuyen las mayores y más raras virtudes.
La sustancia de baba de dragón la estimaron legítimamente como un real presente del Creador, y afirman que, sin una inspiración del cielo, jamás podría reconocerse en ese magma desheredado y repulsivo. Es de aspecto el Don de Dios que transforma al simple alquimista en sabio, y al filósofo en adepto probado.
NOTA: No confundir con: Barba de dragón